Culto cristiano en el Monte Tabor
Existen dos períodos bien diferenciados: el período judeo-cristiano,
relativamente corto, y luego el segundo, que dura hasta hoy y engloba la Iglesia
universal.
Resulta que grupos de Judeo-cristianos, en los días que van de Pascua a
Pentecostés, partiendo de las regiones transjordanas, iban en peregrinación
hasta el Monte Tabor y acababan su marcha en Caná, donde celebraban el
matrimonio, considerado como la unión mística entre Cristo y la Iglesia.
Debajo de la cripta de la nueva basílica fue descubierta una gruta, lugar de
culto de los Judeo-cristianos y parece que hubo en el Monte también un grupo de
eremitas.
Entre tanto los cristianos salidos de la gentilidad habían identificado en la
cumbre del Monte Tabor el lugar de la Transfiguración y dió comienzo así a
otro culto que, probablemente fue paralelo al de los judeo-cristianos y que duró
hasta el siglo VI-VII cuando las comunidades Judeo-cristianas se dispersaron y
finalmente desaparecieron.
Los numerosos eremitas que vivían en el monte mantenían vivo el culto aun
hasta después de la conquista árabe y, en la época cruzada, las cosas
mejoraron sensiblemente.
Ya desde el siglo IV, un monumento fue erigido en memoria de la Transfiguración.
El Anónimo Peregrino de Plasencia (570) hace mención allí de tres basílicas
en recuerdo de las tres tiendas mencionadas por S.Pedro, y Arculfo (670) nota la
presencia allí también de un gran número de monjes, al tiempo que un
documento del siglo IX habla del Obispado del Tabor con 18 monjes al servicio de
cuatro iglesias.
La oficiatura de este santuario fue confiada, durante el dominio latino, a una
comunidad de monjes de S.Benito, comunidad que Tancredo, príncipe de Galilea,
dotó de copiosas rentas. La iglesia fue entonces engrandecida y embellecida y,
junto con la abadía, rodeada de un muro fortificado que, sin embargo, parece
que no fue suficiente para hacerla inmune a las incursiones de los sarracenos.
En el 1187, después de la desafortunada batalla de Hatin, el santuario del
monte Tabor fue puesto a dura prueba por parte de los vencedores y, poco más
tarde, en el 1211-1212, el Sultán Malek al-Adel, queriendo fortificar el monte,
hizo desaparecer la iglesia benedictina debajo de un bastión de defensa contra
el que, en el 1218, se hicieron añicos los esfuerzos de los guerreros cruzados.
Destruídas que fueron luego las fortificaciones sarracenas por orden del citado
Sultán, los cristianos, durante la tregua concluída por Federico II
(1229-1239) pudieron volver a tomar posesión del Tabor; pero, en la
imposibilidad de desenterrar el antiguo santuario sepultado debajo de un inmenso
montón de basuras, hubieron de contentarse con construir un nuevo oratorio al
oeste de la primitiva iglesia.
En el 1263 el Sultán Bivars, el mismo que se había ensañado contra la basílica
de la Anunciación de Nazaret, ordenó también la destrucción del santuario
del Tabor.
El geógrafo árabe Yakut (1225) nos dice que, cada año, una inmensa turba de
peregrinos se reunía en el Tabor, probablemente con ocasión de la fiesta.
Sabemos asimismo que, luego, los peregrinos que podían subir al monte Santo
"con mucha dificultad" rezaban cuándo y cómo podían.