Cenáculo: Reflexiones


by Frédéric Manns

"He deseado ardientemente comer esta Pascua con vosotros antes de sufrir."

Esta Pascua será la última que Jesús celebrará antes del cumplimento de todo en su Reino. Todo su pensamiento está orientado hacia este cumplimiento. Es en esta perspectiva escatológica que Jesús quiere celebrar su última cena con los suyos. Antes de la cena, Jesús tomando el lugar de quien sirve, lava los pies a sus discípulos. La dialéctica entre maestro y servidor ha sido cambiada. Se trata de una era nueva de relaciones entre los hombre la que acaba de comenzar.

Sigue el banquete pascual. Sobre la copa que le es presentada, Jesús, después de dar gracias pronuncia las siguientes palabras: - "Tomad y compartid porque os aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios". Los grandes acontecimientos que anuncia tienen una dimensión comunitaria. Todo su pensamiento aparece iluminado por esta visión final: El Reino de Dios ha sido la pasión de toda su vida. Ahora, delante de la muerte, cuando parece que todo se alía en su contra para destruirlo, Jesús celebra el cumplimiento del Reino. Jesús intenta explicar a los suyos su ida. Al mismo tiempo manifiesta su confianza en Dios, su certeza en que más allá de la muerte, participará con los suyos en el banquete celestial. Proclama así su victoria sobre la muerte.

Es en una atmósfera de fiesta en que se celebra el banquete pascual. ¿No es la Pascua el paso de la esclavitud a la libertad?

Jesús pronuncia ahora la bendición sobre el pan de miseria que han comido sus padres. Lo distribuye entre los comensales. Mientras ejecuta es gesto les dice: -" Tomad y comed todos; este es mi cuerpo entregado por vosotros." Confiere así un nuevo sentido a la fracción del pan. Este gesto lo convierte en un acto sacramental que prefigura su muerte y revela el verdadero sentido. El pan que entrega simboliza el don que El mismo hace de su vida para que se realice la comunión entre Dios y los hombres.

Si ya en el pan normal hay una fuerza que nos hace posible el conocimiento del Padre, con mayor razón la encontramos en le pan ázimo que recuerda la salida de Egipto. En el mazza hay una fuerza que permite reconocer la divinidad que ha librado a los judíos de la esclavitud de Egipto y que sigue librando también hoy día, porque " cada uno debe considerarse también él personalmente como salido de Egipto." Esta afirmación no es otra que la repetida por todos los judíos en la liturgia de la noche pascual.

Al final de la cena ofrece la copa de vino a los suyos. Esta copa es la nueva alianza, es mi sangre versada por vosotros. Estas palabras, para los judíos acostumbrados a leer la escena de la alianza concluida entre Dios y Moisés, al pie del Sinaí, evoca toda la historia del pueblo y ratifica el cumplimiento de las promesas. Su muerte no es un fracaso. Ella realiza la alianza, la comunión definitiva de Dios con los hombres. Se trata ya del fruto universal de salvación, gracias a su muerte, lo que ofrece a los suyos.

-"Haced esto en memoria de mi." Al pedir a los discípulos de cumplir este gesto en su recuerdo, Jesús les invita a seguirle, a participar de este don sirviendo los unos a los otros.

Durante la cena surgió una discusión entre los discípulos para saber quién era el mayor. Jesús intervino: -"Los reyes de las naciones mandan como dueños. Entre vosotros, que el mayor se convierta en servidor." He aquí en sentido de la Pascua; con ella nace una era nueva en la que las relaciones entre los hombres deben consistir en un servicio fraterno. En la persona de Jesús, Dios se acerca a los hombres no como dominador, sino como servidor.

La tarde de Pascua es Jesús mismo, ya resucitado, quien se manifiesta a sus discípulos, en el Cenáculo, ofreciéndoles la paz mesiánica: - "La paz esté con vosotros". Y sopla sobre ellos diciendo:

- "Recibid el Espíritu Santo. A aquellos a quienes retengáis los pecados, les serán retenidos. A aquellos a quienes se los perdonareis, les serán perdonados". He aquí un mensaje que está en conexión con el del jubileo: la purificación de la memoria. La nueva alianza anunciada por los profetas comprendía tres etapas: la purificación; el don de un corazón nuevo y el de un Espíritu nuevo. La Iglesia nacida en el Cenáculo no teme enfrentarse con el mundo.

- "La Iglesia hace la Eucaristía; la Eucaristía hace la Iglesia" — declaraba el P. de Lubac -.

El es el mensaje que el Papa acaba de recordar al mundo y especialmente a los cristianos de Tierra Santa. Estos cristianos son una ínfima minoría. Un pequeño grupo dividido. Un abigarrado mosaico que desconcierta a los peregrinos occidentales. Hay profetas que afirman que sus días están contados, que no tienen futuro en la tierra que fue entregada a Israel.

Es cierto que su situación no es envidiable y que muchos buscan resolver sus problemas con la emigración. A pesar de todo, este pequeño grupo permanece muy unido a sus pastores y no quieren alejarse de esta tierra que también para ellos es santa. Saben muy bien que la suerte del discípulo no será mayor que la de su maestro. " Hay heridas que no se dejan tocar sino por manos atravesadas por clavos", escribía François Mauriac. La Historia cristiana en Tierra Santa es testigo. La cruz pascual, memorial del amor divino, ha dejado huella indeleble en los cristianos orientales. Los cristianos están orgullosos de este símbolo que han escogido incluso para sus tatuajes.

A través de dificilísimas pruebas tanto las iglesias de Oriente como las de Occidente han sabido mantener la vitalidad de su liturgia y celebrar ininterrumpidamente junto a los Lugares Santos la Eucaristía.

La práctica cristiana, por muy minoritaria que sea, ha permanecido siempre una práctica eucarística. La Iglesia-Madre de Jerusalén sabe que el recuerdo eucarístico forma parte esencial de su lucha espiritual incorporando en su historia cotidiana las energías pascuales de perdón y de acción de gracias.

Y porque la copa de la cólera de Dios se ha convertido en la copa de la bendición desde que Jesús bebió

del cáliz que el Padre le preparó, la Iglesia de Jerusalén repite con el salmista: -"Elevaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor".