EL PRIMADO DE PEDRO

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Aquí fue donde, según una antiquísima tradición, Pedro y sus compañeros, después de la Resurrección del Señor, llenaron de abundante pesca las redes, después de una noche inútil, a la voz del Señor que, desde la orilla, les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».

Y aquí mismo, como nos cuenta el Evangelio, el Señor les tenía preparado el desayuno -peces asados- y Pedro va a ser nombrado y constituido el primer Papa, pero primero es puesto a prueba. Jesús lo examina, pero no de Teología, sino de Amor. Y parece que Jesús se solaza en el triple interrogatorio sobre lo mismo: “¿Pedro me amas más que éstos?” Y esto por tres veces… Jesús conoce a Pedro y no duda de su amor, lo que pasa es que Pedro le había negado por tres veces días antes, en el atrio de Jerusalén, y Pedro comprende que Jesús quiere doblegar la presunción de este hombre tosco y rudo.

Por eso contesta ahora sin arrogancia, con cierta timidez: «Señor, tú sabes todo, tú sabes que te amo»…Jesús queda satisfecho con la reacción de Pedro y por ello le confía la difícil misión de proseguir su obra a través de los siglos. La fuerza del Resucitado nunca faltará a la Iglesia, pero ésta quedó confiada a un hombre -más o menos digno- que a «dedo», sin ningún mérito, ha elegido Jesús.

San Juan asocia este relato de la entrega del Primado con la pesca milagrosa: Yo os haré pescadores de hombres, pues Jesús, en esa piedra -Mensa Christi- les tenía preparado un almuerzo, con un pez, -no de los pescados-, que él estaba asando, que se lo ofrece a los discípulos, juntamente con pan. Los primitivos cristianos, -en cuyo seno se escribieron los evangelios (repetimos)-, significaban en estos dos elementos; pan + pez, el símbolo del banquete eucarístico. Esto lo hemos visto también en el mosaico del altar de la Iglesia de la multiplicación.

Es como si a orillas del lago compartiera el Resucitado una singular Eucaristía con este pequeño grupo de incondicionales, antes de ceder a Pedro el liderazgo de su comunidad. La Iglesia, pues, cimentada sobre el misterio eucarístico, realiza su andadura aceptando el liderazgo de Pedro. Es una gran barca, que guiada por su timonel -Pedro- intenta meter en sus redes a cuantos peces -creyentes- pueda del mar -el mundo-. Y esto sólo es posible si pescadores -creyentes- y timonel se nutren del alimento (pan + pez) de la Eucaristía = Jesús Resucitado.

 

IGLESIA DEL PRIMADO

La Iglesia del Primado está construida sobre otras más antiguas. La historia se repite en todos los Santos Lugares, y las causas son las mismas: los cristianos construyen un lugar de culto para conservar la memoria de un hecho del Señor. Viene los invasores (persas el 614; musulmanes, el terrible Bibars, el 1263, etc) y la destruyen. Vuelve a ser reconstruido (Bizantinos, Cruzados, etc. hasta que se ocupan de los Santos Lugares los Franciscanos).

Se ha llamado esta Iglesia, además del Primado, por lo que se ha dicho de las palabras de Jesús a Pedro «Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos», Iglesia de los «Doce Tronos», por aquellas palabras de Cristo «Y os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel», e Iglesia de «Carbones», que alude, sin duda, a las brasas que se mencionan en el evangelio de san Juan: Jesús, hemos dicho, estaba esperando a los apóstoles con el desayuno preparado: estaba asando unos peces.

- Por eso es interesante fijarse, dentro de Capilla, en la roca debajo del altar, donde estaban las brasas y los peces. Por eso se llama a esta roca «Mensa Domini», la Mesa del Señor, como también puede simbolizar la «roca» que es Pedro. Sobre ella muchos peregrinos apoyan la cabeza en señal de adoración a Jesús y obediencia al Papa. Aquí estuvieron rezando Pablo VI y Juan Pablo II.

 

Y, fuera de la Capilla, en la parte de pared lateral que da al mar, también es interesante fijarse en los escalones excavados en la roca, aunque hoy muy gastados y protegidos por una pequeña verja, «sobre los que, como nos transmite la peregrina Egeria, estuvo de pie el Señor».

La escultura de Jesús confirmando a san Pedro como pastor de la Iglesia, es obra del franciscano A. Martín.