Piscina Probática e Iglesia de Santa Ana

En En el lado septentrional del Templo, en el barrio de Betzeta, se ambienta la narración evangélica de la curación de un enfermo  de parálisis (Jn 5,2-18). En este sector se encuentran diversas piscinas entre las cuales está la probática  (llamada también Betzata, Bethesda o Bethsaida). Una antigua tradición presenta, además, en el mismo lugar, la casa de Ana y Joaquín, padres de María.

Eusebio de Cesarea junto a otras fuentes antiguas describe la piscina Probática conformada por dos cuencas gemelas destinadas a recoger las aguas que fluían en la estación invernal a través del valle del Betzeta (modelo expuesto en el museo local).

Las excavaciones arqueológicas iniciadas en el siglo  XIX  trajeron a la luz los restos de la piscina (negro), de los baños hebreos (verde), de un santuario pagano de época romana (amarillo), de la basílica bizantina de S. María en la Probática (rojo), y monumentos de época cruzada (azul).

La basílica bizantina se extendía en parte sobre las dos piscinas, como si estuviese suspendida sobre una amplia serie de poderosos pilares de los cuales sólo uno permanece intacto hasta hoy
El agua continuaba siempre a recogerse en las piscinas mientras la iglesia perpetuaba la memoria del milagro de Jesús. Abajo: una lápida que proviene de la tumba de "Amós, diácono de la Próbatica."

En el ángulo sureste de la primera piscina, aquella septentrional, los cruzados sacaron provecho de un santuario de menor amplitud reservado al recuerdo de la curación del paralítico.
En la capilla cruzada permanecieron integradas algunas partes de la antigua basílica. Después de que partieron los cruzados, esta parte del santuario fue abandonado a la ruina y al olvido.
De la basílica, además de los fundamentos, de los muros laterales y de los ábsides, permanecen algunas bases con el signo de la cruz esculpido en los cuatro lados. Una de las cuatro bases fue encontrada todavía en su lugar, mientras las otras han sido reubicadas.
La iglesia de Santa Ana sobrevivió porque el conquistador de Jerusalén, Saladín, la dedicó de nuevo como escuela de derecho coránico de la corriente Shafiita. Una lápida de mármol inserida en la fachada, directamente sobre la puerta principal, recuerda este suceso.
El emperador de los franceses, Napoleón III, a cambio de la ayuda prestada al Sultán durante la guerra de Crimea (1854-6), obtuvo la restitución del edificio para los cristianos. El arquitecto M.C. Mauss, enviado para hacerse cargo de la restauración, fue también el afortunado descubridor de la Probática.

 

En la cripta, que aquí se ve restaurada, los cristianos fueron capaces de mantener, a lo largo de los siglos, el recuerdo de la casa natal de la Virgen, incluso cuando la iglesia se encontraba en manos de los musulmanes.