LA GRUTA DE BELÉN

  
José y María, dándose cuenta de la situación local y después de haber renunciado por elección y por la fuerza de las circunstancias a la habitación superior = Katàlyma de la casa, se retiraron a una de las "grutas-almacenes" de la habitación, precisamente a aquella que, teniendo el acceso externo independiente y dando al este, estaba destinada y adaptada para el animalito de casa. En las dilaciones del censo y en espera del alegre suceso, José tuvo tiempo y modo para arreglar todo bien, incluso el pesebre; que no era una simple cueva, sino un sistema de grutas, que, queriendo, podían comunicar con la habitación superior. Por tanto hay trabajo para José: limpieza y arreglos, algún madero para formar un ángulo reservado, primero para María y luego para él, un lugar seco y fresco para conservar las provisiones alimenticias; el agua de la cisterna estaba allí cerca; en suma, un arreglo decente, en una típica gruta palestina, pero junto a una casa, donde quedarse sin problemas aquel par de meses de la "separación ritual" requeridos para la perfecta observancia de la Ley judía. S. José hizo todo este trabajo con habilidad de artesano, propia de él y con la mente fija en el doble Misterio que él, cabeza de familia investido expresamente por el Cielo para tan grave misión, no sólo debía guardar, sino también defender de toda curiosidad humana, con la discreción del justo y el tacto del descendiente real.



Gruta-establo: en la que no faltaba un elemento característico de tales cuevas utilizadas fácilmente para animales: el pesebre, tallado generalmente en la roca viva, en Belén particularmente tierna y fácil de trabajar, de forma rectangular, aunque los hay también cuadrados para las ovejas, en cuyo hueco se metía lo que en Palestina se da a las bestias: no heno, que no hay, sino paja con un poco de cebada. Esta es la tradicional Cuna del Niño Jesús: éste es el Pesebre (griego fátne, latín praesepium,) en cuya concavidad, en forma de cuna, María colocó al Niño, envuelto en pañales (Lc 2,7). Pesebre para nosotros tan querido; para S. Jerónimo donde resonaban los divinos gemidos; para S. Francisco de Asís inspirador de la sagrada representación que caracteriza los "Belenes" de occidente desde aquella lejana Navidad de Greccio.

También sobre este tema del pesebre hay algo que esclarecer, rectificar o destruir. Al oír a ciertos guías, parecería que el pesebre original fue llevado a Italia, en concreto a Roma, a Sta. María Mayor, llamada ad Praesepe, como antes la Santa Casa de Nazaret, a Loreto. Pero del mismo modo que la roca-gruta donde surgía la "Casa de María" ha quedado en Nazaret y nadie la ha trasladado, así también la roca-Gruta-Pesebre ha quedado en Belén y nadie la ha tocado: son éstos, incluso, los elementos-apoyo fundamentales, aún para la autenticidad de los dos Misterios y Santuarios, que los peregrinos vienen a descubrir de nuevo y venerar. Porque las casas palestinas, las adaptadas para lugar de culto por los judeo-cristianos del primer siglo, sabemos cómo estaban hechas, cuán frágiles eran, y cómo fueron disminuyendo, en primer lugar, por las revueltas y saqueos de los Samaritanos (521-530), después por la furia persa (614) y finalmente por la islámica (637), por eso fueron necesarias las Cruzadas (1099-1187), para salvar algo... o sea lo que queda...

La más antigua y autorizada documentación de la Gruta - Pesebre de Belén es todavía la del apologista, filósofo y mártir S. Justino de Nablús, el cual escribía poco después del año 150: "a la tradición de la Gruta Pesebre él reconoce el argumento de la certeza moral" (Olivan) y seguramente no depende de los escritos apócrifos. Su testimonio tiene un valor extraordinario, aún cuando no hubiera estado personalmente en Belén en aquel tiempo de ocupación pagana, porque, era palestino de nacimiento, cercano a la época de Cristo, portavoz de la tradición local, profundo conocedor de la lengua griega, comprometido en la lucha contra la clase docta judía (Celso). Con agrado, por tanto, ofrecemos aquí el breve importantísimo texto conocido por pocos, como se encuentra en el Diálogo con Trifón, 78:

"Habiendo nacido entonces el Niño en Belén, porque José no tenía en aquella aldea (kóme) donde alojarse, se alojó en una cierta gruta (spélaio) cercana a la aldea, y entonces, estando ellos allí, María dio a luz a Cristo y lo puso en un Pesebre, donde fue encontrado por los Magos provenientes de Arabia".
La forma y la descripción son muy concisas, de estilo clásico, pero es testimonio seguro de la "tradición palestina", quizá también local, donde los judeo-cristianos permanecieron también después de la paganización del año 135.

El asunto del Pesebre original, merece también una explicación. En primer lugar el sitio: estando cavado en la piedra rocosa ninguno podía llevarse el Pesebre, que permanece en su sitio, más o menos como era. En segundo lugar la materia: ¿qué había allí además de la roca tradicionalmente? y ¿qué hay realmente en Sta. María Mayor en Roma?

A). - En el hueco de la roca podía haber o la simple paja adaptada para jergón, o también maderos adaptados como cuna por el carpintero de Nazaret; alrededor, o en la parte superior, podía haber también la famosa rastrillera de que habló Bartolini, formada por toscas tablas de madera para tener el forraje cuando comían los animales. El texto evangélico, dice el P. Baldi, alude al pesebre fijo; por tanto nada movible, dornajo de madera o de arcilla, incluso para la seguridad del Niño.

B). - En Sta. María Mayor de Roma ¿qué hay concretamente?... Hay algunas tablillas, cinco para precisar, de 70 a 80 cms. de largas por 10 cms. de anchas: 1) una de ellas seguramente no es de Palestina; 2) las otras cuatro son de planta existente en Palestina, familia de los ácer duro, o acacia; 3) auténticas, o no, ¿pueden ser el pesebre original? No es posible que el Pesebre de Cristo consistiese en cuatro tablillas desarregladas, con un maestro carpintero como José...; 4) Posible, en cambio que se tratase o de las toscas tablas de la famosa rastrillera de Bartolini, o también las tablillas que hacían de orilla, o borde al hueco para que resultase como "cuna" el cómodo pesebre. Alguno dice también probable como apoyo en forma de X del pesebre - dornajo de arcilla y paja, en que el Niño podía estar seguro y descansar, atado a la cintura con cintas, mientras la Madre trabajaba. Esto no en el nacimiento, sino más tarde. Por lo demás la palabra lúteum de S. Jerónimo no es necesario entenderlo de tierra o fango, tierra batida o cocida; se puede traducir y entender como “cosa de ningún valor como es la roca desnuda, que el santo prefería al de plata con que Sta. Elena lo recubrió para conservarlo mejor”.

Era necesario esclarecer un poco estas cosas, sin largo aparato crítico, pero teniendo presentes los resultados de muchos especialistas, porque el Fàtne, o Pesebre, o Cuna era y queda como el corazón del Santuario de Belén.

Queda un pensamiento también para los “animales del Pesebre, de toda la tradición cristiana, culta y popular. Cuando se habla de gruta y de establo, los peregrinos se imaginan en colocar la figura del borriquillo; les hemos observado hacer cálculos, para ver dónde podían colocar al manso buey, sin ser peligroso para el recién nacido”. Sobre este punto no hay respuesta, cuando el Evangelio tampoco dice nada y la mención del pesebre no pide en absoluto la presencia de animales. Todos se apoyan en una constante tradición, la cual, a su vez, se apoya en una discutida llamada bíblica; la autoridad de S. Jerónimo ha sido tal y tanta en occidente, que sus palabras de la Carta 17 a la discípula Santa Eustoquio han sido tomadas como oro colado: “Tu madre Paula, escribe, vio el sagrado refugio de la Virgen y el Pesebre en el que el buey conoció a su amo y el asno el Pesebre de su Señor, para que se cumpliese lo que estaba escrito”... Y está escrito en el libro del profeta Isaías (1,3), pero con otra intención y significado: el más realista es que el instinto de los animales reprochará el descuido de los hombres hacia Dios y los propios deberes. Naturalmente, al que viene a Tierra Santa con estas ideas en la cabeza, le agradan también las escenas del ganado y de los establos del mundo beduino, que va desapareciendo.

Por obligada información y para completar el tema señalamos la opinión personal, pero de alto nivel bíblico, de Mons. G. Nolli, el cual es de la idea de que el “lugar donde nació Jesús, no era la "gruta establo", para o con animales, sino la "gruta-almacén" en la cual podían estar incluso con un cierto desahogo. Por más que estuviera desalojada, no podía, sin embargo, contener las provisiones del año; en efecto, estamos en invierno, cuando todas las cosechas del campo están ya seguras y no están aún mermadas por el consumo... Con el fin de que el recién nacido pudiera descansar sin ningún peligro, como en una cuna y no impedir los pocos movimientos posibles en aquel espacio reducido, el Pesebre aparecía el lugar más apto y más oportuno. Este Nacimiento en una gruta-almacén nada quita a la poesía y a la simbología, incluso añade mucho; basta pensar que Jesús nace en medio del trigo, del vino, del aceite, de los instrumentos del trabajo humano para descubrir horizontes mucho más lejanos de aquellos a los que estamos acostumbrados”. Sugestiva visión bíblica del Nacimiento de Cristo entre la "abundancia" y por tanto, bendición de la tierra y de sus habitantes.

Para una típica gruta-almacén palestina, tengamos presente, por ejemplo, la del primer siglo después de Cristo, que está debajo de la Cripta de la Iglesia de S. José, en Nazaret, llamada también de la "Nutrición" o carpintería.