El «Dominus Flevit»

 A media altura de la ladera, en el Monte de los Olivos, según se baja tal como lo hizo Jesús,  se abre a la derecha una puerta que da acceso a un jardín muy bien cuidado por los franciscanos. En él se alza el Dominus Flevit, «el Señor lloró». Es una capilla que conmemora el llanto de Jesús sobre la ciudad ingrata.

Jesús, el día de su entrada triunfal, venía de Betfagé montado sobre un borrico, signo de sencillez y de paz, aclamado por la multitud  entusiasmada, que alfombraba el  camino con sus mantos y con las ramas que cortaba de los árboles. Al ver la ciudad por última vez, se conmovió en su corazón y dijo llorando: « ¡Si tú también comprendieras en este día lo que te lleva a la paz! Pero no, no tienes ojos pa­ra verlo. Días vendrán en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco  y te arrasarán con tus hijos dentro. No dejarán de ti piedra sobre piedra, por­ que no reconociste el día en que Dios quiso salvarte» (Lc 19, 41‑42). En medio del triunfo, Jesús, olvidado de sí, lloró amargamente por la suerte  de aquel pueblo tan amado que le rechazaba. Cuarenta años  más tarde, en el 70, las legiones de Tito cumplían a la letra las profecías de Jesús.

 

Altar y cristalera  frente a la Puerta Dorada de la explanada del antiguo  Templo de Salomón.

La capilla, que emerge entre cipreses, fue construida en 1955 sobre las ruinas de otra bizantina del siglo V. Proyectada por Barluzzi, es una cúpula piriforme que semeja una lágrima. En el interior, sus paredes están adornadas con relieves que reproducen escenas del asedio de Jerusalén y en el fondo se pueden ver restos del ábside y de los muros bizantinos y un mosaico. Pero lo más emotivo es el altar. En su frontis, en un mosaico, una gallina acoge a sus polluelos en conmemoración de aquel otro lamento de Jesús: «Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces he querido congregar a tus hijos como la gallina cobija a sus pollitos y no quisiste» (Lc 13, 34-35). La pared frontal está abierta en arco, por lo que el altar tiene como retablo la vista panorámica de Jerusalén.

Desde el jardín nos quedamos cautivados por la vista ‑!e la ciudad. En un altar improvisado sobre una piedra, un grupo de peregrinos japoneses participaba en la eucaristía amenizada con sus cánticos. ¡Cómo reconforta el alma y la llena de esperanza el palpar la universalidad de los que creen en Jesús y le siguen!

En el año 1953, en las excavaciones que se realizaron para edificar la capilla, descubrieron una necrópolis del segundo milenio antes de Cristo, de la época jebusea y, más tarde, aparecieron osarios de los silos I y  II d J. C. en los que podía verse la letra <<tau>> (T), símbolo de  la cruz, palmas como signo  de resurrección, el lábaro de Constantino y los nombres  de Marta y de María. Pruebas evidentes de que se  trataba de un cementerio judeo-cristiano. En unos recintos a  la derecha de la puerta de entrada  del jardín, están recogidos, a la vista, algunas de aquellas tumbas y sarcófagos.