Monasterio de San Jorge de Coziba

 

Antes de nada decir que este monasterio está edificado sobre la quebrada que conducía de Jericó a Jerusalén en la época de Jesús. Por ella pasó Jesús numerosas veces, es digna de mencionar la parábola del buen samaritano.

Este monasterio fue fundado a finales del s. V  y dedicado a la Virgen María, Madre de Dios, pero antes de esa fecha vivían en sus cuevas algunos ermitaños. Su momento más glorioso coincidió con la segunda mitad del s. VI, en vida de San Jorge de Coziba. Tras la invasión de los persas (614), el monasterio pasó por un periodo de semiabandono  que terminó con la restauración llevada a cabo por Manuel I Commeno en 1179, época en la que se da un nuevo auge a ciertas tradiciones con las que está relacionada la fundación e historia del monasterio.

Según el evangelio apócrifo de Santiago, en este pasaje San Joaquín, que era pastor, ayunó durante cuarenta días, mereciendo la aparición de un ángel, que le anunció el nacimiento de María. También habría pasado aquí algún tiempo el profeta Elías en su huída al Sinaí, siendo alimentado por dos cuervos.

A finales del s. XV, el monasterio estaba de nuevo en ruinas. El actual se debe a la reconstrucción de 1878, terminada en 1901.

Monasterio San Jorge de Coziba

Es poco lo que se conserva del pasado. En el patio de entrada, bastante alto, en la pared rocosa de la montaña todavía se ven restos de pinturas de la iglesia bizantina expuestas a la intemperie. También se conserva un mosaico del s. VI en la iglesia de los santos Juan y Jorge. El monasterio guarda la tumba de San Jorge y los cráneos de los monjes martirizados por los persas. El iconostasio y la mayoría de los iconos son de la última restauración. Subiendo a la terraza más alta del monasterio, puede visitarse la gruta del profeta Elías.


Desde el monasterio pueden verse a uno y otro lado del valle gran número de grutas, en otro tiempo morada de ermitaños. Aunque sólo sean vestigios, tanto el monasterio como las grutas son todavía hoy un testimonio elocuente de uno de los movimientos espirituales más interesantes de la vida de la iglesia. El ideal cristiano vivido desde el eremitismo y el cenobitismo fue, además, un fenómeno sociológico de finales del imperio romano, y nacido dentro del imperio, sin precedentes en la historia por su singularidad y magnitud.

Desde la Tebaida, en Egipto, hasta la Capadocia, en el corazón de la Turquía actual, pasando por Siria y Palestina, los desiertos se poblaron de hombres deseosos de llevar a la práctica los principios ascéticos más radicales del Evangelio. También hubo monasterios de mujeres.

No es fortuito que en el desierto se hayan fraguado los movimientos espirituales más fuertes de la historia, como el Yahvismo (Moisés, Elías) o el Cristianismo (Jesús, Pablo); Juan Bautista, Esenios de Qumran. Los años de retiro y soledad de Buda fueron fundamentales para el nacimiento del Budismo. Y el Islam mismo no es ajeno a esta circunstancia. Desierto, ascetismo, silencio, contemplación, abandono del mundo, encuentro con Dios. Es cierto; los que viven en el desierto tienen otra forma de mirar, y no sólo por sus ojos negros.

Hasta hace poco tiempo era el único monasterio, de los pocos que quedan todavía en el desierto, en el que podían entrar mujeres de visita. Lo que se justifica de la forma siguiente: Según la leyenda, una mujer se extravió en este desierto y se le hizo de noche. Se encomendó a la Virgen, quien, apareciéndosele, le dijo: Vete y pide asilo en ese monasterio. No servirá de nada contestó ella, pues está prohibida la entrada en él a las mujeres. A lo que la Virgen le respondió: No podrán negártelo siendo mi casa. La mujer siguió el consejo, y, después de contar a los monjes la historia, le dieron hospedaje hasta el día siguiente.

Eduardo García Los Santos, peregrinando

Fuera ya del monasterio, puede rehacerse el camino de bajada y volver a la carretera; o bien, si se va hacia Jericó a pie, es preferible tomar el sendero de la margen izquierda del Wadi el-Qelt, . El sendero, igual que el camino o carretera de arriba,  conducen a la desembocadura del Wadi frente a la llanura de la Jericó herodiana. Si se sigue la carretera, puede verse a la derecha el alto montículo ocupado en otro tiempo por una fortaleza herodiana llamada Kipros, nombre de la madre de Herodes. También el montículo paralelo del otro lado del Wadi fue ocupado algún tiempo.

Saliendo del desfiladero, a la derecha del camino, de la parte acá de la acequia, unas ruinas de origen cruzado situarían la curación de los ciegos de Jericó. Un hecho cargado de gran valor simbólico, cuando Jesús inicia la última etapa de su vida y la más polémica con esta subida a Jerusalén donde va a entrar como Mesías e «Hijo de David», a pesar de la connotación política que este último título lleva. Próximo a su muerte, Jesús permite ya que se descorra el velo de su misterio mesiánico.

«Al salir ellos de Jericó los siguió mucha gente. Y en esto, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que pasaba Jesús se pusieron a gritar: Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros. La gente los increpaba diciéndoles que se callaran. Pero ellos gritaban más fuerte: Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David. Jesús se detuvo, los mandó llamar y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le contestaron: Señor, que se abran nuestros ojos. Jesús, movido a compasión, les tocó los ojos, y al momento recobraron la vista y le siguieron.» (Mt 20,29-34).

Desde aquí, la vista del Aravá con el oasis de Jericó es espléndida. La ancha llanura está partida en dos de norte a sur por el cauce del río Jordán, que se desliza perezosamente por el centro del valle hacia el mar Muerto, a la derecha. El río establece la frontera con Jordania.

En primer plano, a ambas márgenes del Wadi el-Qelt, se aprecian las ruinas de la Jericó Herodiana. Es lo que queda de la bella y lujosa «Ciudad de las Palmeras», como la llaman algunos historiadores antiguos. Y en verdad que fue una bella ciudad, como lo está confirmando la Arqueología, a pesar de lo muy destruida que quedó por los terremotos y la rapiña a que se vio sometida, después de haber sido abandonada, por los habitantes de la tercera Jericó.

Sí, en efecto, la ciudad del oasis es la tercera Jericó, nacida durante el período bizantino; es la más joven. Antes que ella, existieron la hoy enterrada Jericó de Tel el-Sultán, al noroeste del oasis, y la Jericó Herodiana igualmente desaparecida, aquí a nuestros pies.