Amazonía y nación Asháninka.   En defensa de nuestra tierra...

 

SAGRADO SUELO

 

La tierra, para el habitante amazónico, no sólo es el lugar donde se nace, crece, reproduce y muere. Es el lugar donde juegan, aprenden, sufren y aman. Ahí están los amigos y los enemigos, los hombres y los dioses. Es el lugar donde la cultura se hace sabiduría. Y es el lugar donde un conjunto de hombres y mujeres forman un pueblo.

 

Teodorico Castillo es el misionero franciscano encargado de la misión de Puerto Ocopa. Todos sabían que el padre Castillo buscan lo mejor para los nativos Asháninkas, y que habían hecho posible que Puerto Ocopa sobreviva al exterminio subversivo. Ahora, como cientos de otras veces,  a  luchado por los derechos de la comunidad y nadie duda de su autoridad.

 

Cuando un hombre o una mujer indígena habla de la tierra, de sus ancestrales territorios, están refiriéndose a su supervivencia, a la proyección de su cultura en el tiempo, a sus creencias, en fin a su mundo. La selva brinda las plantas medicinales que durante milenios los han curado, los alimentos que los han nutrido, fibras, tintes y maderas que han sabido utilizar a lo largo de los siglos. Amazonía que alberga a la descendencia de los primigenios pobladores de esta parte del globo, población depositaria de todos los secretos de un espacio que no deja de asombrar. Cuando una empresa pone los ojos en ese húmedo y maravilloso imperio de hojas y sonidos, de culturas milenarias, ve tan sólo una suerte de "verde botín", una gran e interminable despensa atiborrada de riquezas naturales para explotar, y explotar y explotar: oro, petróleo, finas maderas.

 

Esta retardataria visión de negocios ha llevado a la contaminación de extensas áreas, a la pérdida de cientos de miles de hectáreas del bosque original. Problemas como el terrorismo y la violencia del narcotráfico hace que las poblaciones nativas vean su mundo sucumbir, y sean desplazadas. El olvido ha sido grande y la violencia también. A continuación un texto de Francisco Mattos, de TAFOS, sobre los Ashaninka, uno de esos pueblos que luchan por su supervivencia, por curar sus heridas y trabajar por un mañana mejor...


Santiago Contoricón Antúnez, Ashaninka teniente alcalde del Río Tambo, en la selva central, tiene el rostro cetrino y el carácter jovial. Pequeño de estatura y vital en sus movimientos, no aparenta sus treinta y tres años: Ha pasado más de diez defendiendo al millar de sus hermanos que viven ahí, de la amenaza senderista. Por ello su voz es la más respetada en su comunidad.

 

El Padre Teodorico Castillo es natural de Arequipa, Perú, franciscano que se formo en el Santuario de Santa Rosa de Ocopa, lleva más de cuarenta años defendiendo a las Asháninkas, él es el párroco y guardián de la Misión de Puerto Ocopa. Les ha entregado a los indígenas tierras y herramientas,  y formado en los diversos campos de la cultura, la agricultura y tecnología.

 

 

RESPETAR EL TERRITORIO

 

Hace dos años, la oficina regional del ministerio de Agricultura de Satipo, Junín, en una decisión unilateral, autorizó el ingreso de colonos a la zona de Santa Cruz, lugar sobre el cual desde 1975 la comunidad Ashaninka de Puerto Ocopa tiene un pedido formal para que el lugar sea reconocido dentro de su territorio. Los ashaninka y otras naciones de la Amazonía han rechazado esta situación. Entre los motivos que mencionan aparece el caso que los colonos mayoritariamente se dedican al cultivo de la hoja de coca, lo que puede fomentar un nuevo retorno de la violencia, similar a la que desarrolló Sendero Luminoso en la selva central, entre 1987 y 1992, que produjo un estimado de cinco mil muertos, sólo entre el pueblo ashaninka. A ello se suma la promulgación de la Ley de Tierras, Ley 26505, en agosto de 1995. Una verdadera amenaza para todas las comunidades nativas y campesinas del Perú.

  

EL OLVIDO

 

En mayo de 1975, la comunidad recibió su primer título de propiedad, donde no se consideraba parte de su territorio a la zona de Santa Cruz. Así, Puerto Ocopa no sólo se convirtió en la primera comunidad nativa de la historia peruana en ser oficialmente reconocida, sino que también fue la primera a la cual se le recortó legalmente gran parte del territorio que ocupaba. Por insistencia de la comunidad logró que el año pasado se reconociera una porción más de tierras para la comunidad, pero sin alcanzar a Santa Cruz: "Sólo nos dieron más cerros y ni siquiera tomaron en cuenta que la población de Puerto Ocopa casi se ha duplicado en cinco años debido a la migración de paisanos de otras comunidades que han venido a refugiarse huyendo de los terrucos", expresa el teniente alcalde, Santiago Contiricón.

 

ENEMIGOS AL ACECHO

 

La situación es peor tomando en cuente que, a raíz de la presencia subversiva, los ashaninkas todavía no pueden hacer chacras selva adentro porque pueden ser víctimas de una emboscada. El problema de Santa Cruz se complicó mucho más, luego que las autoridades de Agricultura autorizaron, casi paralelamente con la entrega de mil hectáreas más de tierras, el ingreso de colonos para que trabajen en la zona en litigio.

A ellos se les entregó un título de posesión, que luego de uno o dos años, podría convertirse en título de propiedad. Ese plazo se vence a mediados de 1998.

Estos colonos solicitaron autorización para el ingreso aduciendo que ellos también habían sido desplazados del lugar por la subversión. La verdad, sin embargo, es que la comunidad y los colonos tenían serias diferencias muchos años antes que la subversión llegara. Ahora, argumentando que la subversión los había desalojado, han solicitado retornar a Santa Cruz.

El padre Castillo señaló que los ashaninka aún recuerdan que la subversión ingresó a Puerto Ocopa junto a los primeros colonos que se establecieron en la playa de la comunidad, ubicada entre los ríos Pangoa y Perené.

"Muchos no entenderán esta situación. Pero quienes estuvimos aquí y fuimos testigos lo comprendemos. Esta circunstancia tardará muchos años en cambiar y está mal que a los nativos se les trate de imponer la presencia de colonos. Ellos tienen sobre la carne lo que pasó cuando éstos llegaron", sostuvo el hermano franciscano que, con treinta y ocho años de permanencia en la zona, es la memoria viviente de Puerto Ocopa.

 

"NARCO-PROBLEMAS"


No obstante, la subversión no fue lo único que llegó a Puerto Ocopa con los colonos. Desde mediados de los ochenta, por el puerto de la comunidad pasaban los narcotraficantes que producían droga en las zonas de los ríos Apurímac, Ene y Tambo y toda la zona del Valle Esmeralda, una zona de alta producción de droga, lo cual se viene combatiendo.

"Somos desconfiados porque a comienzos de año en Santa Cruz, varios de los colonos que entraron solo sembraban coca. Los ronderos que han estado en la zona encontraron plantaciones de coca", explica Santiago, el teniente alcalde.

 

OTRA VISION

 

"Muchos ven las chacras abandonadas y piensan que somos unos vagos, que nunca hacemos nada. Pero si uno no deja descansar a la tierra, en cinco años una chacra se vuelve inservible y nunca más crece nada ahí. Eso se lo dicen hasta los ingenieros que vienen por aquí", afirma José Ponce, otro lugareño. "Nos pueden decir ociosos, porque no saben como se vive aquí. Pero lo que no pueden negar es que ningún nativo quema un cerro entero para hacer una chacra".

"Los nativos sabemos que si destruimos algo nos quedamos sin nada. Nosotros siempre viviremos aquí, no como los colonos que se van", concluye Narciso Martínez Gonzáles, también dirigente ashaninka y antiguo defensor de Puerto Ocopa...