Mamá
Querida María:
Sabemos que estás bien,
muy bien, que no necesitas más, pero a nosotros nos gusta darte gracias, y hoy
quiero fijarme expresamente en los muchos detalles que tenías con mamá, no
quiero detallar pero sí voy a recordar la ilusión con la que nos esperabas y
ponías la cena cuando volvíamos de Ayamonte los domingos,....,pero el mejor de
todos era tu sonrisa y tu cariño.
D. José Luis Domingo, nos
felicitó las Navidades pasadas, recordó tu presencia aquí y envió para mamá una
carta de D. Ramón Angel Jara, Obispo que fue de Chile, escrita n 1910, en ella
decía:
Hay una
mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por
la incansable solicitud de su cuidado,
una mujer que siendo joven tiene la
reflexión de una anciana, y en la vejez trabaja con el vigor de la juventud,
una mujer que si es ignorante resuelve
los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es instruida se
acomoda a la simplicidad de los niños,
una mujer que siendo pobre se satisface
con la felicidad de los que ama, y siendo rica daría con gusto su tesoro por no
sufrir en su corazón la herida de la ingratitud,
una mujer que siendo vigorosa se
estremece con el vagido de un niño y siendo débil se reviste a veces con la
bravura de un león,
una mujer que mientras vive no la
sabemos estimar porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero después de
muerta daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla de nuevo un
solo instante, por recibir de ella un solo abrazo, por escuchar un solo acento
de sus labios.
De esta mujer no me
exijáis el nombre si no queréis que empape con lágrimas este álbum, porque yo
la vi pasar en mi camino...
Cuando crezcan vuestros
hijo, leedles esta página, y ellos cubriendo de besos vuestra frente, os dirán
que un humilde viajero, en pago de suntuoso hospedaje recibido, ha dejado aquí,
para vos y para ellos, un boceto del retrato de su madre...
Como siempre D. José
Luis, estuvo tan atento y cariñoso, como cuando tuviste el accidente, ese dos
de octubre de 1996, en el que te fuiste al cielo; no nos dejó un instante,
primero en casa y después acompañándonos en los diversos trámites que había que
hacer, como el arcángel san Gabriel acompañando a Tobías. Creo que varias veces
hemos comentado juntos ese libro del Antiguo Testamento y hemos leído las
siguientes palabras, dichas por Tobit:
Oye, hijo mío, las
palabras de mi boca
y asiéntalas como cimiento en tu corazón.
...
A tu madre no la menosprecies,
hónrala y no la desampares
en todos los días de tu vida.
Haz lo que sea grato a sus ojos
Y no contristes su espíritu en cosa alguna.
Son recuerdos que nos
pueden servir, ya sé que siempre has pensado de mama, lo que comentaba Javier
Abad en su libro, Fidelidad:
"Ser madre es tener
vocación de sufrimiento que se oculta bajo un rostro sin sombras de amargura,
impidiendo que sus propias penas dejen sabor delos demás.
Ser madre es conocer los
secretos de la felicidad compartida, sembrar cariño, derrochar alegría,
producir abundancia de paz y serenidad en el corazón del esposo y de los hijos.
También es, silencio
prudente que sabe guardar en su pecho lo que la mortifica, callando lo que
podría producir el más leve disgusto a su familia.
Servicio constante que no
aprendió a decir “no”, ni se esconde ante las necesidades de quienes la
solicitan.
Presencia amable, ayuda
sin condiciones, trabajo que no se hace notar, entrega ilimitada que jamás
reclama un agradecimiento.
Las madres siempre se
entusiasman con cualquier detalle que se tenga con ellas, con cualquier obra de
justicia de sus hijos, que agradecen con exceso de bondad y cariño inmerecidos.
A ellas, las madres, las
recibirá en el Cielo la que es Madre de todas , la Santísima Virgen María, con
esa acogida amable que ya anunciaba Cristo a quienes perseveran en el bien
hasta el final: Ven acá siervo bueno y fiel: puesto que fuiste fiel en lo
pequeño, yo te confiaré lo grande; ven a tomar parte en el gozo de tu Señor."