Querida María: Voy a reflejar el famoso escrito que tu
aitona dedicó a “Santa María kalea”.
Es una calle chiquita en la que apenas si caben docena y media de casas de tres plantas de levante, que en conjunto albergarán unos cientos de habitantes. Es una calle en declive, que en la Plaza Mayor nace, en donde tienen su origen las viejas rúas radiales. Es una calle modesta, con pocos escaparates, sin comercios ostentosos ni llamativos portales: sin blasones en fachadas ni miradores volantes: una calle en la que habita ciudadanía “currante”: jornaleros y empleados, tenderos y menestrales, amas de casa que cuidan con esmero sus hogares: viudas cargadas de penas, solteras, mozos, chavales .. ¿Y, presidiendo la escena, una alpalgata gigante, todo un símbolo alusivo al sufrido paisanaje! “Santa María es su nombre en paladino romance: “Santa María kalea”, en nuestra lengua entrañable. Desde hace algunos años los “oriundos” de la calle celebramos nuestra fiesta, en común, a nuestro aire, alrededor de una mesa con sustanciosos manjares. Y es que siendo renterianos -condición bien estimable- un nexo más singular vincula a “los de la calle”: Por eso de haber nacido en aledaños parajes: Por haber crecido juntos soñando bellos afanes (y haber jugado “acanicas” en la “erreka” de desagüe): O por haber convivido en recintos familiares contiguos o superpuestos _humildes,inolvidables- que aún nos traen ecos de la voz de nuestros padres ... Es una cita gozosa: “Kalebatekos” cabales vuelven a verse las caras y recuerdan viejos lances. Casi todos peinan canas -lacios restos capilares-: Algunos ostentan calvas ..Como paisajes lunares. Y los hay de buena facha ..En función de sus edades. |
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¡La alegría del encuentro torna los rostros radiantes! La memoria se reaviva: Brotan nostalgias dispares, surgen recuerdos lejanos y sucedidos distantes, mientras nos “cala”, sutil, la magia de “nuestra calle”. Se cuentan y no se acaban rancias historias banales, y platican largamente los Ecenarro y Landache, Alchu,
Hospitalet, Iceta, Salaverrías y Larre, Múgica, Otegui, Zubía, Olascoaga, y Garayalde, Marín, Adúriz, Barrera, y otros varios circunstantes. Y saltan a la palestra, al conjuro de “la calle”, nombres de “kalebatekos” que no pudieron sumarse: Y se citan los Retegui, Michelena, Pozo, Ibáñez, Gil, Elícegui, Basurto, Alzugaray y Fernández, Urigoitia y Jiménez, Brusin, Urcola, Lasarte, los Herrera y Oyárzabal, Y Alonsos y Villareales (y más y más convecinos que se escapan al detalle) Esta fue la croniquilla, chapucera, de un mal vate, que quiso dejar constancia -llanamente, sin alardes, del “tirón sentimental” de la calle en que se nace, en que se arraiga de veras o en que murieron los padres. El cronista vive ausente, hace tiempo, de sus lares, y al pueblo retornará en las fiestas patronales. Antes de ir a la ermita, para “escoltar” a “Madalen”, recorrerá, en silencio “Santa María”, su calle. Rumiará tiempos pasados, dichas y calamidades: Y sentirá, de seguro, que se le erizan las carnes, notando que allí perduran permanentes sus anclajes. en la esquina de “Kanthale”, elevará una plegaria por“los muertos de su calle”. Jesús Los Santos
Garayalde
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