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"Yo, Yahveh, soy tu Dios,
No habrá para ti otros dioses
delante de mí.
(...) y tengo misericordia (...)
con los que me aman y guardan mis mandamientos.
No tomarás en falso el nombre
de Yahveh, tu Dios;
Recuerda el día del sábado
para santificarlo."
Honra a tu padre y a tu madre, para
que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahveh, tu Dios,
te va a dar.
No matarás. No cometerás adulterio.
No robarás. No darás testimonio falso
contra tu prójimo.
No codiciarás la casa de
tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo,
(...), ni nada que sea de tu prójimo."
"En el principio existía
la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio
con Dios. Todo se hizo por ella
y sin ella no se hizo nada de cuanto
existe.
En ella estaba la vida y la
vida era la luz de los hombres,
La Palabra era la luz verdadera
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo
fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos
no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron
les dio poder de hacerse hijos de Dios,
a los que creen en su nombre;
la cual no nació de
sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y puso
su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe
del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad."
(Juan, 1.1-4 y 9-14)
(Josemaría
Escrivá de Balaguer)