Francisco de Asís y la muerte
Sin duda, integrar el trauma de la muerte en
el contexto de la vida es símbolo de madurez humana y también de madurez religiosa. La muerte deja así de
ser la última instancia de la vida.
Hay que pagar un
precio sin embargo, para llegar a esta conciencia y espera de la inmortalidad:
aceptar la mortalidad de la vida. Francisco fue aceptando, en proceso, su
muerte a lo largo de la vida. Francisco recibió la muerte cantando y diciendo:
Bienvenida sea mi hermana la muerte.
El secreto de
tamaña actitud reside en que Francisco, (...) fue aceptando la muerte tal cual
es, con su reclamo de eternidad, pero a su vez con su ineludible mortalidad.
La vida es mortal.
Esto quiere decir que la muerte se aloja ya en el comienzo mismo y en la
hondura propia de la vida. Es ya, al nacer, cuando empezamos a morir, y es a lo
largo de la vida cuando vamos muriendo, hasta que llegamos a morir del todo.
Es por ello que la
muerte pertenezca a la vida. Y es que la estructura misma de la vida terrena,
situada en el tiempo y en el espacio, se articula en un frágil equilibrio,...
Al querer Dios la
vida mortal, el hombre que cree, llega a acogerla como algo normal y querido
por Él, de la misma manera que acoge el nacer y el despertar del sueño.
La muerte así acogida no es arrebato o rapto
de la vida (...). El hombre va, por ello, andando un camino, dentro de la
mortalidad de la vida, hacia la vida eterna, creando dentro de su trayectoria
de libertad, la forma personal y propia de esta vida eterna.
Es el pecado quien
ha venido a dramatizar la aceptación de la muerte, (...). es el pecado quien
introduce el embotamiento de la capacidad de comprensión, empañando así la vida
con la muerte. La muerte es una tragedia, un desenlace fatal, cruel y detestable
para aquellos para los que no es sino la negación total de la vida.
Es una tremenda
experiencia de ruptura, entonces, entre esta vida y la nada; por eso, surge el
miedo y la desesperación frente a las primeras manifestaciones de la muerte.
Francisco vivió el
proyecto cristiano de conversión, (...). A él la muerte se le reveló, (...)
como simple paso de este tipo de vida al nuevo y definitivo modo de vida en
Dios, inmortal y pleno.
Desde
este manantial de la fe en la palabra de Dios, Francisco pudo aceptarlo todo
venido de las manos de Dios; él supo integrarlo todo en una unidad vital, que
le llevó a aceptar la muerte dentro de la vida, aceptando y acogiendo las
manifestaciones de la muerte como son: las limitaciones, la ignorancia, los
achaques, la fragilidad corporal o espiritual, todas las enfermedades y todos
los dolores. De
Victoriano Casas, sobre la vida de Francisco de Asís.