1.
Ya
han cosido a Jesús al madero. Los verdugos han ejecutado despiadadamente
la sentencia. El Señor ha dejado hacer, con mansedumbre infinita.
No era necesario tanto
tormento. El pudo haber evitado aquellas amarguras, aquellas humillaciones,
aquellos malos tratos, aquel juicio inicuo, y la vergüenza del patíbulo,
y los clavos, y la lanzada... Pero quiso sufrir todo eso por ti y por mí.
Y nosotros, ¿no vamos a saber corresponder?
Es muy posible que en
alguna ocasión, a solas con un crucifijo, se te vengan las lágrimas
a los ojos. No te domines... Pero procura que ese llanto acabe en un propósito.
2. Amo
tanto a Cristo en la Cruz, que cada crucifijo es como un reproche cariñoso
de mi Dios: ...Yo sufriendo, y tú... cobarde. Yo amándote,
y tú olvidándome. Yo pidiéndote, y tú... negándome.
Yo, aquí, con gesto de Sacerdote Eterno, padeciendo todo lo que
cabe por amor tuyo... y tú te quejas ante la menor incomprensión,
ante la humillación más pequeña...
3. ¡Qué
hermosas esas cruces en la cumbre de los montes, en lo alto de los grandes
monumentos, en el pináculo de las catedrales!... Pero la Cruz hay
que insertarla también en las entrañas del mundo.
Jesús quiere ser
levantado en alto, ahí: en el ruido de las fábricas y de
los talleres, en el silencio de las bibliotecas, en el fragor de las calles,
en la quietud de los campos, en la intimidad de las familias, en las asambleas,
en los estadios... Allí donde un cristiano gaste su vida honradamente,
debe poner con su amor la Cruz de Cristo, que atrae a Sí todas las
cosas.
4. Después
de tantos años, aquel sacerdote hizo un descubrimiento maravilloso:
comprendió que la Santa Misa es verdadero trabajo: operatio Dei,
trabajo de Dios. Y ese día, al celebrarla, experimentó dolor,
alegría y cansancio. Sintió en su carne el agotamiento de
una labor divina.
A Cristo también
le costó esfuerzo la primera Misa: la Cruz.
5.Antes
de empezar a trabajar, pon sobre tu mesa o junto a los útiles de
tu labor, un crucifijo. De cuando en cuando, échale una mirada...
Cuando llegue la fatiga, los ojos se te irán hacia Jesús,
y hallarás nueva fuerza para proseguir en tu empeño.
Porque ese crucifijo es
más que el retrato de una persona querida –los padres, los hijos,
la mujer, la novia...–; Él es todo: tu Padre, tu Hermano, tu Amigo,
tu Dios, y el Amor de tus amores. |