Discernir la voz de Dios a veces duele

Javier Nguyen van Thuan, Obispo que fue en Vietnam, predicó al Santo Padre y a otras personas de la Santa Sede los ejercicios espirituales en el año 2000. Actualmente Juan Pablo II le ha nombrado Cardenal. Estos ejercicios  han sido escritos en un libro que se  llama Testigos de Esperanza, en el capítulo denominado “La Aventura de la Esperanza”, hay un apartado que se denomina:
 
"DISCERNIR LA VOZ DE DIOS",  de él entresaco lo que sigue:

A veces no es fácil. Pero si creemos en el amor de Dios, podemos cumplir con tranquilidad lo que creemos es su voluntad, con la confianza de que, si no lo es, Él nos pondrá en la vía correcta.

Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman.(Rm 8,28)

Hay otro capítulo que se llama “Abandonado por el Padre” en el que dice frases como las que siguen:

“Reconozcamos en cada dolor personal y ajeno una sombra del infinito dolor de Cristo en la Cruz. Valorar cada dolor como uno de los innumerables rostros de Jesús crucificado y unirlo al suyo ..., significa participar de su luz, de su fuerza, de su paz; Significa descubrir en nosotros una presencia de Dios nueva y más plena. Todo pasa, sólo Dios no cambia. Estoy en manos de María.”

Hay una frase que la he comentado últimamente en casa, de una palabras de Cristo a una monja, cuyo nombre no recuerdo, que las oyó en su oración personal y decía:

A veces sentís la angustia de mi corazón en el vuestro, no temáis, yo estoy con vosotros.

Y yo te diría con Santa Teresa:  Que se pasa.
Nada te turbe
Nada te espante
Todo se pasa
Dios no se muda
La paciencia todo lo alcanza
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Solo Dios basta.

Por lo demás rezar mucho, no admitamos la imaginación que nos perjudique, y (sigamos al Obispo Vietnamita)  recordemos  que en cada misa nuestra, como el Cura de Ars, como el Padre Pío, tenemos a nuestro alrededor al mundo entero con todos los lugares en los que <<Dios llora>>, con todos los pecados y con todos los sufrimientos de la humanidad. Lo oímos con nuestros oídos, lo sufrimos con nuestro corazón y dejamos al Espíritu que ore en nosotros con <<gemidos inefables>> (Rm 8,26). Todo lo podemos unir a Jesús crucificado, que está allí en el altar. Y podemos identificarnos con Él. Así en la fe, podremos alegrarnos ...

Cristo crucificado es nuestra esperanza. “Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también  por Cristo nuestra consolación” (2Cor 1,5).

Seguro que pronto viene la luz, la luz llega siempre, Él es la  Luz, que consuela, que nunca falla, la única luz.